domingo, 9 de diciembre de 2007

Carta

Con la brisa de la tarde, leí tus cartas, las he inventado, y las pinté de colores, estaban vivas, y las amé.

Hoy tarde te hice mía con el viento que entraba tu recuerdo.

Te he mirado pasar con tu sonrisa, con tus recuerdos a cuestas. Quise detenerte pero, ya no estabas; mirabas por la ventana pariendo una niña, pariendo una espina que ya no era tuya.

Hoy te vi de cerca y no te despedías. Estabas lejos y yo te amaba. Era yo y me llamaste por otro nombre, me dijiste: “olvido” y yo te respondí:“espera”.

Te maldije con el amor que me hizo daño, resquebrajé tus fotos, cuando el ciego cantaba y yo te abrazaba. Sonreías atemorizada, cuando el parque dormía entre nuestras piernas, a la sombra de una promesa ,que se hizo falsa ,cuando la tierra fue nuestra.

Ahora zurzo mis viejos pantalones, han pasado los años, los girasoles han envejecido, a duras penas puedo caminar, y trato de juntar nuestras viejas fotografías cuando el tiempo era nuestro. Ahora no estamos, y me pregunto si valió la pena haber dejado escapar las notas de aquel viejo acordeón de pueblo, que en minutos nos vivió el amor.

Miro el vacío por momentos, aparecen tus ojos, tu risa.

Ya es casi de noche, ahora como temprano, enciendo velas para dormir, tengo un vaso de agua en mi mesita de noche, y un libro de recuerdos, que habla de ti,
se llama Fénix, trata de sueños incompletos.


La noche esta fría.