lunes, 10 de diciembre de 2007

Escondido

El muñeco de trapo descansa,

en la madera de la mesa.

Pinocho observa, su hermana muerta.

Un mimo,

abanica el viento, sin muestras de destreza.

El relámpago Dios, gira la tristeza.

La piedra del camino aleja el trecho de salvación.

Los colores son fuentes en un blanco y negro,

donde la magia

no tiene tinte de palabras.

Todo es sombrío, ni la cantante de rio tiene voz.

Las caracolas piden canciones en el mar,

pero nada, nada pasaba, y el aire era denso, río aguas rojas.

No habia donde ir, menos enconderse.


El molino de viento agoniza,

las aspas se quiebran poco, poco,

como huesos que se destrozan.


No hay lengua, ni pecho, donde asir una esperanza.

El trueno descansa en el monte

donde las maravillas habían nacido.

Ahora los árboles

claman por algún barro donde esculpir su agonía .


En el viejo pueblo, la ocupación es otra, el mundo se vuelve invisible.

Los llantos no son cosa extraña.


Simplemente morir es vocación.